Deslizándome a tu corazón

Toda la mañana había pasado pensando en su plan del mediodía, tumbarse en el sofá, comer algo ligero, una película o dormir, lo que llegase primero.

Al salir de trabajar, llegó temprano a casa y con una sonrisa se disponía a poner en marcha sus planes, en eso estaba, cuando recibió un mensaje de que debía ir a recoger un paquete al centro comercial.

Sin muchos ánimos salió de casa, esperando volver pronto.

Llegó a la tienda y al preguntar por el paquete, le informaron que no estaba, que se había equivocado, que estaría más tarde.

No se lo podía creer, sus planes al suelo por una mala coordinación, enfadada salió de la tienda, decidiendo que ya con lo que tardaría en ir y volver, se quedaba ya por ahí y pasaría de nuevo.

Con pasos lentos recorría los largos pasillos del centro comercial, sin pensarlo, llegó hasta la pista de patinaje que ponen en marcha para la época de fiestas.

Había dos o tres personas en la pista y pudo reconocerlo desde la distancia, le recorrió una electricidad y casi de inmediato se dirigió con prisa hasta la barandilla de la pista.

Sin dudarlo, era él, cuando pudo levantó su mano y le saludo, siendo un encanto como es, sabía que se acercaría. Efectivamente, se acercó y le dijo:

- ¡Anda!, ¿Cómo tú por aquí?

- Ya ves, que casualidad.

- ¿Vienes a patinar?

- ¡Que mas quisiera!, pero no puedo.

-  Si quieres, te enseño.

- No, por que te arruinaría tu diversión, nunca lo he hecho.

- No importa, anda, ven que te enseño. Además no hay muchas víctimas en la pista, dijo riendo.

- Conste que te lo advertí, dijo, mientras se ponía los patines.

- Vamos, dame tus manos y relájate, si te pones tensa será peor.

- Yo me dejo llevar, confío en ti.

- No deberías, te voy a soltar cuando menos lo esperes.

- ¿Quién me manda a mí?

- Tranquila, te iré soltando poco a poco.

Fueron avanzando  y en cuanto la soltó, se fue al suelo.

Le ayudo a levantarse y otra vez, no llevaba de pie ni segundos cuando cayó de nuevo.

Esto se fue repitiendo varias veces, cuando ya había perdido la cuenta, decidió detenerse un poco, mientras le decía:

- Ve tú, a dar unas vueltas y luego seguimos.

- ¿Estás bien?

- Con el orgullo un poco herido, nada más.

- Quédate aquí, luego vengo por ti.

Se alejó dando volteretas, mientras ella clavaba si mirada en su destreza y ... en algo más.

Tras unos minutos, se acercó a ella.

- ¡Lista!

-No lo sé, pero vamos.

Le tomó de nuevo las manos y en cuanto avanzó, perdió el equilibrio, cayendo sobre él, al suelo.

Su miradas conectaron, como nunca antes lo había hecho, inmutables se miraban. Unos segundos que parecieron  horas.

Ella notó que comenzaba a ruborizarse y preguntó:

- ¿Estás bien, te hice daño?

- No te preocupes, solo el golpe, más nada.

- Será mejor, que lo dejemos, por tu propia seguridad.

Él se levantó y luego le ayudó.

- Vamos, arriba, un par de vueltas más y luego tomamos un café.

- Me parece, un buen plan.

Cogida de se mano, comenzaron a deslizarse por la pista, tras una vuelta, le soltó y le dijo:

- Iré tras de ti, te cogeré de la cintura y cuando te vea más segura te suelto.

- Perfecto, dijo algo nerviosa.

Se puso tras ella, y cuando sintió sus manos en su cintura, notaba que su cuerpo reaccionaba con descargas de electricidad que le recorrían. Eran la emociones que siempre había soñado tener con él.

Ensimismada en sus pensamientos, que no se dio cuenta que le había soltado, pero volvió a la realidad al volver al suelo.

- Él llegó, vamos creo que por hoy ya está bien de lecciones y de caídas, extendió su mano para ayudarle y cayó al suelo, esta vez, él sobre ella.

Al instante la cara de ella se ruborizó, sus labios se habían rozado un poco.

Aunque se notó mucho, él no dijo nada.

Se incorporó y esta vez cogido de la valla, la levantó.

Salieron de la pista sin decir nada.

- Bueno, ¿Sigue en pie lo del café o te has arrepentido?, preguntó ella.

- Claro que sigue en pie, andando.

Se encaminaron y en la primera cafetería que encontraron se sentaron a disfrutar del café.

- Ahora dime, que nota me pones.

- Perdón, la pregunta le hizo volar la imaginación.

- De profesor, digo.

- ¡Ah! , un excelente, tienes mucha paciencia.

- No te preocupes, ya aprenderás, esto es así, al principio más en el suelo que patinando.

- Ya veremos, si me atrevo de nuevo.

- Hubo un momento, que estabas muy relajada y fue más fácil.

Enseguida, su cara comenzó a sofocarse.

- ¿Te pasa algo, ya he visto esta tarde esa misma cara en tres ocasiones?

- Si lo supieras, no estarías aquí.

- Tan malo es.

- No es que sea malo, pero prefiero seguir disfrutando de momentos como estos.

- Me he perdido, no entiendo.

- No te apures, a veces ni yo lo entiendo, pero pueda que algún día te lo explique.

- Ojalá, por que me gustaría saber.

Terminaron el café, recordando las gloriosas caídas y riendo.

- Debo irme, tengo clases por la tarde. ¿Te llevo algún sitio?

- No, gracias. Debo recoger algo aún.

- Ok, un gusto en verte.

- Igual.

Se levantaron, cogieron sus cosas y cuando se despidieron, ella le dio un beso en la boca, mientras le acariciaba la cara y se marchó sin mirar atrás.

Con pasos seguros se alejó, recordando el suave tacto de sus labios.

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