Amantes en la penumbra
Llegas, abres la puerta y me invitas a pasar, mientras tus ojos me gritan muchas cosas más.
Veo en la oscuridad del salón, que si traspaso ese umbral, estaré perdida entre tus brazos.
Mi cabeza da mil vueltas, pero yo me centro en tu mirada, que me promete el cielo.
Te insinúas y me invitas a pecar.
- Titubeante, exclamo un tímido ¡ pronto entraré, me sentirás!
- Tú sentirás.
- Es lo que espero, sentir.
Se cierra la puerta, desapareciendo su silueta dibujada en la penumbra.
A pesar que me prometo no volver, mis deseos me dominan y mientras todos duermen, sigilosa me adentro al abismo de la pasión y desenfreno.
A tientas, llego hasta él, mientras mi mano se posa en su torso, me dice:
- ¿ Por qué has tardado tanto?
- Para que tus fantasías aumenten y no sepas que esperar de mi.
- Solo espero que tu ardiente sangre consuma cada parte de mí, que me hagas estallar sin piedad.
Mis manos se deslizan por su pecho, que agitado me espera, una fuerza me atrae hacia él, donde los besos se conjugan sin sentido, en un amplio lienzo que irradia deseo.
Sin pensar, caen poco a poco, las escasas defensas que guardan nuestros secretos, cada roce intensifica el momento, haciendo de los cuerpos, marionetas movidas por la lujuria.
En la penumbra se contonean, con descargas que les recorren de arriba abajo, hasta que extasiados terminan abrazados, disfrutando del momento.
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