Caminaba lentamente por la calle, que abarrotada estaba, pensando en la "inmortalidad del cangrejo", dejando que empujones y tropiezos fueran su única compañía.
De pronto, un aroma llegó hasta ella, se detuvo buscando por todos lados, de donde provenía, mucha gente estaba, pero necesitaba saberlo.
Y como si de un sabueso se tratara, comenzó a seguir ese aroma que le embrujaba, además le traía muchos recuerdos, que aún erizaban su piel.
Logró encontrar la dirección correcta, con pies ligeros lo seguía, hasta que pudo por fin encontrar quien era, le llevaba adelante.
No sabía que hacer, si gritar su nombre, correr y abrazarle o simplemente seguirlo sin decir nada.
Comenzaban a fallar sus fuerzas, sus pasos presurosos y su cabeza dando mil vueltas, intentando decidirse.
En esa tesitura estaba, cuando alguien tropezó con ella por detrás e hizo que a su vez, ella lo empujara a él. Casi caen al suelo, él se volvió y ella avergonzada sin mirarlo se disculpaba.
- No se preocupe, ha sido un accidente, dijo una voz varonil entrada en años.
Ella levantó su cabeza, para dedicarle una sonrisa y darse cuenta, que no era quien pensaba.
Se despidió, giró en la esquina y volvió a sus pensamientos de inmortalidad, dejando escapar lágrimas que rodaban por su mejillas.