Llega ese punto donde se detienen las esperanzas, donde ya nada importa ni cambiará, solo se deambula por los momentos.
Alguna sonrisa se podrá robar, pero los sobresaltos quedaron atrás y la fuerza que recorría las emociones, desaparecen.
Cambios que surgen de la indiferencia, de promesas no cumplidas, de ideas vanas, que un día supieron a realidad.
Sin rencores ni obligaciones se disipan las historias que se crearon bajo el manto de lo etéreo, donde la felicidad se vuelve limitada y con caducidad.
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