Confesión de amor

Detuvo sus pasos frente al umbral de la puerta, oía la voz de Kaled y su cuerpo comenzó a temblar. Hace unas semanas no le veía, y aunque moría por verle, no tenía el valor de entrar.

Estaba en cavilando entrar  o no, cuando la puerta se abrió.

- Anda, mira quien por aquí, ¡hola Ina! ¿entras?

- Hola, iba entrar pero he recordado que me he dejado algo abajo.

- Estoy comenzando a pensar que me rehuyes.

- ¿Porqué dices eso?

- Siempre tienes, excusas para no estar donde yo estoy.

- Son imaginaciones tuyas, nada más.

- Será, entonces ... bajamos, yo me voy.

- Perfecto, yo te iba a invitar a café, pero veo que tienes prisa.

- Prisa no tengo, así que si me invitas me quedo.

- Vamos, entonces.

- ¿No ibas a recoger algo?

- Cuando regrese, me lo llevaré.

Llegaron a la cafetería y se sentaron donde siempre, mientras el camarero les preguntaba desde la barra si iban a tomar lo mismo.

- Tenía ganas de verte, dijo Kaled.

- En serio, y eso.

- Te extrañaba, ¿ no puedo hacerlo?

- Imagino que si.

- ¿Y tú?

- Su corazón se agitaba ... solo puedo decir un débil si.

- Además, quería decirte algo, ya que la última vez que nos vimos, fue imposible, todo los contratiempos se pusieron de acuerdo y no pude.

- ¿ Y qué es eso?, parece importante.

- Pues si, pero no hablemos aquí, te parece si te recojo a la salida y comemos, lejos de aquí y hablamos.

-  Perfecto.

- Bueno, gracias por el café, a las 2 te recojo.

Menos mal que la mañana fue de locos e Ina no tuvo mucho tiempo libre para pensar de que se podría tratar la conversación.

Faltaba por para las dos cuando comenzó a bajar, Kaled ya estaba abajo, esperaron que fueran las dos y salieron.

- ¿Dónde vamos?

- A unos 20 minutos de aquí, un restaurante que es pequeño, pero la carne es buena, además ideal para hablar.

- Me asustas, que puede ser eso, que no puedas decirme aquí.

- No te preocupes, es bueno, eso pienso.

Llegaron al restaurante, ocuparon su mesa y mientras tomaban nota y sacaban los platos, hablaban de como había ido la mañana.

Llegó el café y el postre.

- Sabes Ina, hace unos meses atrás, me he dado cuenta, que evitas estar donde yo esté.

- Pero no es así.

- ¿Segura? ... la cuestión es, que comencé analizar pequeños detalles y llegué a una conclusión, que no sé si es demasiado egocéntrica de mi parte.

- ¿Qué conclusión?

- Espera, que te dijo el discurso que traía preparado, por que si no luego me pierdo. Esa conclusión al principio me dejó descolocado, creía que no podía ser verdad, pero entre más lo pensaba me parecía más real y eso me llevó a desvelarme otra cosa que yo obviaba.

- Dime, que me tienes en ascuas.

- Ina, ¿yo te gusto?

- Paralizada, no sabía si negarlo, no podía emitir sonidos.

- Dime, es que de eso depende el resto.

- Tras un sorbo de café, intentó calmarse y respondió, si, me gustas y mucho, pero ...

- No la dejó terminar, tú también me gustas, eso es lo que yo obviaba, teniéndote frente a mí.

- Pero ... no estabas con alguien.

- Si, hasta que estas semanas atrás me dí cuenta de que me engañaba yo mismo, siguiendo con eso, así que terminamos.

- ¿Y ahora qué?

- Si , tú quieres lo intentamos.

- Querer, es lo que más deseo en el mundo, casi gritó.

Sellaron sus confesiones con besos de amor, que erizaban la piel, planeando su nueva vida juntos.

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