La historia de tus ojos I
No podía cerrar los ojos al dolor, que reflejaba tu rostro, parecía que querías escapar de algo que te atormentaba, pero lo sufrías en silencio, no podías o no querías decir nada.
Intenté muchas veces, sonsacar que te mantenía así, pero siempre recibía un escueto:
"nada importante, ya pasará"
Con ello, me dejaba más intranquila, pues por experiencia de conocerlo hace mucho, siempre que decía eso, pasaba algo muy grande que le causaba tribulaciones.
Pero no quería insistir, por que se cerraría, diría que estaba cansado y no volvería hablar en toda la tarde, era siempre tan radical y predecible, que prefería ir dejándolo poco a poco a que buscara él, un momento donde estuviera cómodo y pudiera volcar en mi toda su pena.
Así otro día terminaba, yo me despedía hasta el día siguiente.
Llevábamos unas semanas de esta forma. Todo empezó cuando un día al llegar a su casa lo encontré desvanecido en el umbral de su habitación, yo tengo llaves de su casa y él de la mía, por eso de los trabajos, no teniendo familia en la ciudad, cuando uno va estar mucho tiempo fuera, nos acercamos de vez en cuando.
Ese, día en concreto él no tenía que estar, se iba de viaje y por ello yo había llegado, me extrañó que al entrar no estuviera la doble llave y al llamarle no respondiera.
Subí a la habitación y desde el pasillo pude distinguir su cuerpo tendido en el suelo.
SAM, SAM, SAM ... gritaba, sin respuesta
Le tomé el pulso y respiraba como casi un aliento, llamé a la ambulancia.
Lo trasladaron al hospital, donde dijeron que sería un colapso nervioso, pues si hubiese llevado mucho tiempo no estaría vivo.
Cuando despertó y pudo hablar me dejaron verlo.
- ¡Me has dado un susto de muerte!
- Lo siento
- ¿Qué ha pasado?, te ibas de viaje hace unos días
- Tuve que suspenderlo y no pude avisarte. He estado arreglando papeles
- Pero que ocurrió
- Solo recuerdo que estaba preparando los últimos documentos, subí a la habitación y hasta ahí
- ¿Tuviste algún dolor, hubo algo?
- Por favor, Meg no insistas, no recuerdo nada más
- Esta bien, descansa, yo me quedaré contigo
Durmió con muchos sobresaltos a pesar de la medicación.
El doctor dijo que en un par de horas le podrían dar el alta, si todo salía bien.
Era ya de madrugada, cuando nos mandaron a casa, fuimos a la mía, para evitar un viaje a las afueras a esas horas.
- Descansa, mañana hablamos
- Gracias por todo
- No seas tonto, no tienes nada que agradecer, para eso nos tenemos los amigos
- Si ... para eso.
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