Especial reencuentro
Hacía ya casi tres años que Bea y Leo no se veían, mantenían el contacto por email o alguna esporádica llamada. Por fin, luego de posponerlo muchas veces, coincidieron en un día para verse.
Llevaba la melena al viento, andar seguro, una blusa de tirantes y una minifalda, entró a su oficina, él sorprendió al verla, se sentaron y comenzaron hablar de los viejos tiempos.
- A pesar de los años te mantienes exactamente igual, como te guardaba en mi memoria.
- Harás que me sonroje. Te parece comer en casa, te invito.
- Como rechazar una oferta tan tentadora, respondió.
Cogieron las cosas y marcharon hacia su casa. En unos quince minutos llegaron.
- Entra y ponte cómoda.
- Tienes una casa impresionante, muy acogedora
- Ya sabes que el diseño siempre me gustó, así que cuando pude comencé a decorarla, y a pesar de ser pequeña, quedó bien.
- Muy bien, diría yo
- Muchas gracias ... ¿Qué te ofrezco de beber? ...¿cuéntame y tú que tal?
- Vino esta bien. Pues ya sabes, viajo constantemente por trabajo y aprovechando éste, decidí escaparme a verte, pues llevamos mucho queriendo vernos y no ha sido posible.
- Es cierto, si no era una cosa era otra. Bueno voy preparando la comida.
- ¿Quieres que te ayude?
- No, eres la invitada, tu sientate y cuéntame lo que has visto por ahí.
- Ok, te tomo la palabra. Ver, he visto todo tipo de culturas, cosas que me han encantado y otras que no. Pero bueno, no hablemos de eso, mejor cuéntame de tu vida... sigues igual de "donjuán".
- Soltó una carcajada, se hace lo que se puede.
- Mucho harás, me temo, conociéndote
- No creas, estoy mas tranquilo
- Tienes novia entonces, si dices eso.
- Imposible, no me atan todavía ... y tú
- Yo menos, con la vida que llevo, no quiero ataduras, veremos más adelante.
- Bueno, esto está listo, a la mesa.
- Que delicioso se ve, veremos como sabe.
- Te chuparás los dedos.
La velada continúo entre risas y confesiones de amores pasados.
- Bueno, todo ha sido maravilloso, te ayudo a recoger y me marcho.
- No te preocupes, déjalo.
- De eso nada, tu has cocinado, yo recojo.
- Ok
- Has visto alguien más.
- No, solo a ti.
- ¿Y ese chico que te gustaba?
- ¿Tú o él otro?
- Que dices ...
- Yo le gustaba, no él a mi que es distinto
- Rompiendo corazones
-Como tú nunca te fijaste en mi, eso tocó
- Ummm, por que dices eso.
- Déjalo, es tarde ,debo irme, un gusto haberte visto, esperemos que la próxima no tardemos otros 2 años.
- ¿Qué haces por la noche, dónde te alojas?
- Estoy en el Hotel Custodio, y por la noche tengo solo una cita con la almohada
- Vamos no seas aburrida, hay que rematar este día, te recojo a las 10.
- Bien, no me haré del rogar, te espero ahí.
Ya en su hotel, se recostó en la cama y veían a su mente viejos recuerdos de amor hacia Leo, pensando en ello se quedó dormida.
Un poco más tarde, se levantó y comenzó a prepararse para la cita.
Leo, como siempre puntual, subió a buscarla.
- Entra, solo cojo el bolso y nos vamos.
- Estás espectacular!
- Gracias, tú también.
Fueron a los sitios de moda que Leo conocía, bailaron desenfrenados y reponían fuerzas con pequeños chupitos y copas.
El tiempo fue pasando y ya cuando amanecía, decidieron marchar, pues no se tenían en pie.
- Vamos a mi casa y tomamos la última ahí, luego te acompaño al hotel.
- Lo que quieras, ya a estas alturas, una mas no pasa nada.
Cogieron un taxi, que los llevó a casa de Leo.
- Por fin, dijo Bea, quitándose los zapatos y dejándose caer en el sofá.
- Estás cansada.
- ¿Tú, no?
- Un poco, nada más , dijo extendiéndole la copa.
- Gracias.
- La verdad, es que no quería que acabara la noche, así podía admirarte más tiempo.
- ¿Qué dices?, ya estás borracho.
- Puede que sí , dijo acercándose a ella, le acarició sus cabellos, apartándolos de su rostro ... eres muy hermosa, ¿lo sabes?
- Ahora mismo, lo dudo.
- ¿Puedo pedirte algo? o mejor dicho te doy algo y según como reacciones sabré la respuesta.
- Por que estas tan serio.
- Por que estoy nervioso, por esto, se acercó a sus labios y le besó.
No hacía falta ninguna palabra, sus labios encajaron y no se separaron, sus brazos comenzaron a entrelazarse.
- Desde que te vi con ese vestido y tu espalda al descubierto, sabía que estaba perdido, me dejaste embrutecido.
- Tú desde esta mañana, al ver que no habías cambiado nada, imaginé que algo pudiera pasar, pero no quería ser yo la que diera el primer paso, por todo lo que hemos hablado.
- Ahora, no importa nada de eso, solo me importas tú y ese cuerpo que escondes.
- Te invito a descubr...
No le dejó terminar la frase, por que sus labios volvieron apoderarse de ella, sin dejar de besarse, llegaron al dormitorio, dejándose caer y entregándose a los instintos del placer y la lujuria.
Deslizaba sus manos, por las largas piernas, dibujaba su espalda, mientras sentía que su corazón estaba a punto de estallar.
Verla sobre él, moviéndose al ritmo del amor, lo enloquecía, sus manos se perdían entre las curvas y cada uno lo enloquecía aún más.
Su pecho era un manantial donde quería saciar el deseo que le provocaba su sonrisa.
Descubrió cada punto que la hizo estremecer, donde su voz se perdía en gemidos ahogados en su garganta.
Extasiados los encontró el amanecer, cuerpos desnudos siendo uno solo, sin pensar en el mañana.
Comentarios
Publicar un comentario