Al calor del verano

Se habían dirigido todos a un pueblo cercano a ver el Castillo que se extendía  a lo largo de la ribera del río, además de querer descubrir nueva gastronomía y vinos. 

Al final siempre eran los mismos que se apuntaban a estas aventuras; Leo,  Mao y Pam, que se unieron al grupo de excursionistas japoneses que también se dirigían al mismo sitio.

Tras muchas horas recorriendo, viendo y oyendo la historia del Castillo, pasaron por una posada, hicieron una parada para degustar productos típicos y beber algo, tras media hora, el grupo se ponía en marcha otra vez.

Mao iba encantado viendo todo, mientras que Leo y Pam ya estaban un poco aburridos y querían regresar, poco a poco se iban alejando del grupo hablando de cosas sin importancia.

-  Pam le dijo, siempre te había considerado muy serio, hoy veo una nueva faceta tuya.

- Él se rió y dijo, es mi mecanismo de defensa

El grupo casi ya no se divisada, así que al pasar por un refugio decidieron protegerse del sol y esperar que volviesen.

Cuando entraron ella se tropezó y si Leo no la coge del brazo, hubiese dado de bruces, Pam le sonrió y se sentaron para revizarle el tobillo.

- Creo que pronto se empezará a inflamar, dijo Leo, esperaremos a Mao y nos vamos.

 Hubo algo en su mirada, que hizo que Pam se sonrojara y él lo advirtió

- Pasa algo? no te fías de mi?

- No, no es eso, balbuceó, con certeza no lo sé

- Te has sonrojado ....

- Me imagino, le respondió. 

Quiso ponerse en pie y casi pierde el equilibrio de nuevo, se apoyó en el pecho de Leo y notó como un escalofrío le recorría la espalda, sus miradas se cruzaron y poco a poco se separaron.

Leo le dijo, se que este no es el momento y tampoco se por que, pero siento la necesidad irrefrenable de besarte.

Ella se acercó y le besó, yo tampoco puedo explicarlo, será el lugar, por que jamás imaginé que esto me pasaría contigo.

Se abrazaron y la tomó entre sus brazos para apoyarla sobre la mesa, donde sus labios se fundían en un solo deseo de pasión.

Las manos de Leo, parecían poseídas y se movían por todo su cuerpo, abrió su blusa dejando al descubierto sus senos, prendado en ellos parecía dormir con ellos.  Comenzó a bajar lentamente hasta abrirse paso entre su pantalón,  para conquistar tierras que no pensó tener, donde los hombres pierden la cordura y el deseo se incrementa con la imaginación.

Con cada embiste ella, emitía un pequeño gemido y su cuerpo se curvaba, como queriendo aprisionar todo las emociones que ahora sentía.

Terminaron al unisono, él tumbado sobre su pecho desnudo, mientras a lo lejos se oían las voces de los excursionistas que volvían.

Se arreglaron un poco y siguieron besándose hasta que las siluetas se dibujaban tras el cristal.

Salieron, ella apoyada de su hombro, buscarón a Mao y se dirigieron hacia el hotel, mientras él les contaba todo lo que se habían perdido, ellos sonreían con miradas cómplices, pensando en que había valido la pena perderse el paisaje por que habían disfrutado de otra forma.
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