Escapada al deseo
Por fin se daba la oportunidad, esa que se venía forjando meses atrás, donde se estudiaron todos los detalles y los posibles contratiempos que pudiesen surgir.
Llegaron sobre las siete de la tarde, no era muy alejado, una hora de camino, donde las caricias a escondidas se daban, mientras sus cuerpos decían todo.
Entraron, un diáfano lugar, acogedor y lo más importante, discreto.
Sus manos se apoderaron de su cintura, ella sentía su respiración en su cuello,el silencio les acompañaba, sus cuerpos encajados detenidos en el tiempo, solo sintiendo como se elevaba la temperatura y el pecho se agitaba.
La beso intensamente, sus manos enredadas en sus cabellos, queriendo fundir sus labios con los de ella.
Un momento de respiro, donde al ritmo de un vals se movían, sintiendo el calor del otro, sus ojos se perdían en la inmensidad de los otros.
Lentamente se dirigieron a una cama improvisada, donde una a una fueron cayendo las prendas, dejando al descubierto, dos cuerpos deseosos de dar rienda suelta a sus fantasías.
Sus manos le recorrían de arriba abajo, sin prisas, haciéndola estremecer, la dibujaba, convulsionando sus sentidos.
Luego sus labios se apoderaron de su piel que se entregaba a cada roce, como néctar a su boca, y como flor naciente se abría y entregaba sus secretos.
No existía el tiempo ni las prisas, sólo ese momento creado para disfrutarlo sin complejos ni culpas.
Poco a poco subía la temperatura de sus deseos, que los impulsaban a seguir mas y mas, por ese camino, que turbaba la mente y los elevaba al cielo.
No podía ser más perfecto y excitante, sentir como se acoplaban sin reparos las almas, alzando el vuelo hacia esa fantasía.
Electricidad recorriendo la espina dorsal, haciéndola arquearse al ritmo de caderas desenfrenadas, que dejan libre los sonidos que se ahogaban en la garganta.
Perdidos en ese mundo, donde se vuelven tangibles los sueños, esos que noches atrás eran recurrentes, hoy se hacían realidad.
Entregados al éxtasis de esa candente sangre que les recorría, donde sin límites se disfrutaban.
Los gritos del placer, les invitaban a seguir descubriéndose hasta el amanecer.
Extenuados lo recibieron, abrazados, sabiendo que al despertar, las caricias no se harían esperar, para volver a empezar.
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