Sorpresas de la vida

Tras muchos días trabajando, se tomó un descanso, aprovechando que era entre semana y por la mañana, las tiendas estarían vacías, tras desayunar y arreglarse, salió rumbo al centro comercial.

Tras unas horas viendo zapatos y ropa, entró a tomar algo, el calor comenzaba a despertar.

Se sentó fuera de la cafetería, disfrutando su bebida y viendo a la poca gente que pasaba. De pronto, su corazón dio un vuelvo, era él, que venía justo en su dirección, sin percatarse de ella, como solía ocurrir.

Un impulso le hizo ponerse de pie y salir a su encuentro.

- ¿Qué haces por aquí?

- Él levantó la cabeza, ¿y tú ?

- Es mi primer día libre y quise venir a despejarme un poco, hasta aburrirme.

- Pues yo he venido a cambiar unas cosas y ya me marchaba.

- ¿Quieres tomar algo? Yo estoy en esta cafetería.

- Perfecto, no tengo prisa.

- ¿Te has cogido libre o te has escapado?

- Tenía un día pendiente y al final decidí cogerme este, aprovechando que me debía acercar por aquí.

- ¡Que bien!, ¿qué quieres tomar?

- Deja, que voy yo, tú quieres algo más.

- Si, pídeme una cerveza con limón.

Después de unos minutos, regresó con las bebidas.

Hablaron de todo, recordando el tiempo en que trabajaron juntos , riendo con las ocurrencias, el tiempo no importaba, a ella le parecía que se había detenido cuando él aceptó su invitación.

- Creo que es hora de levantar el campamento, aunque me lo esté pasando muy bien.

- Si, ha estado bien.

- ¿Quieres que te lleve algún sitio?

- Pues si me haces el favor, encantada, con que me dejes en el centro perfecto.

- Vamos.

Se dirigieron hacia el coche, él le cogió las bolsas de la compra, era todo un galante.

Se metieron en el coche,  ahí ella escuchó frases que le sonaron a música celestial.

- Si quieres podemos comer juntos, si no tienes planes.

- Para nada, tengo libre todo el día.

- Pues iremos a uno cerca del centro.

- Donde quieras, da igual, con tal que tengan carne, me basta.

- Si, por eso mismo, con lo rarita que eres.

El trayecto no llegó a más de quince minutos, estacionaron  y caminaron unos pasos.

No había mucha gente, sería muy temprano aún.

Una vez sentados, la conversación siguió tan amena como siempre, ella no cabía en su alegría.

La sobremesa se hizo indescriptible, Ellen no quería que acabase.

- ¿Cúando, vendrás a vernos?

- Ya sabes que alguna mañana que tenga libre, me acercaré.

- Perfecto, creo que ahora sí debemos irnos.

- Si, ha sido un día estupendo y con una agradable sorpresa.

- Lo mismo digo.

Salieron juntos del restaurante.

- En serio, no quieres que te lleve a casa, no me importa.

- No te preocupes, ya has siso muy amable , yo cogeré el bus enfrente y no me tardo nada en llegar, además las bolsas no pesan demasiado.

- ¡Como quieras!

- Cuídate  y nos veremos pronto.

Le dio dos besos y se dirigió a la parada de autobús, su corazón acelerado, pareciera querer salir.

No tuvo, que esperar mucho, subió al autobús y mientras se alejaba, miraba la silueta de Alan, el chico que robaba sus sueños y pensamientos.

 





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