El tiempo te trajo a mí
Se encontraba a pocos pasos de hacer sus sueños realidad, que de su boca salieran las palabras precisas que lograran convencer a Sam del amor incondicional que guardaba para él.
No faltaba mucho para su encuentro y con pies ligeros, tras horas frente al espejo, se dirigía a su encuentro en la cafetería cercana.
Llevaba semanas ensayando ese momento, lidiando con las distintas reacciones que podían darse, aunque algunas atormentaban su corazón.
Se sentó frente a la ventana, tras unos minutos apareció con su andar sereno, que casi parecía levitar, tenía un aura que iluminaba su ser y transmitía una paz intensa.
- Sam, aquí ... le llamó.
- ¡Hola!, hace mucho que no te veía.
- Si verdad, es para que me eches de menos.
- Pues eso es difícil, dijo con una sonrisa.
- No me das ni la más mínima ilusión, eres muy malo.
- Así dicen por ahí. ¿Cuéntame para que soy bueno?
- Para muchas cosas...
- ¡Huy! ¿qué me pedirás?
- Te aseguro que ni siquiera lo imaginas.
- Necesito un café , ¿Quieres uno?
- Si, gracias.
Se acercó a la barra y pidió los cafés, ella desde la mesa lo devoraba de arriba a abajo, dejandose llevar por su perfume.
Regresó a la mesa con ambos cafés y se sentó.
- Antes de que me digas nada, déjame decirte algo, no había podido, pues tanto tiempo sin vernos, pero de hoy no pasa.
- Perfecto, dime.
- Solo te pido, que me dejes terminar, por que si no será imposible.
- Que serio te has puesto.
Por su cabeza comenzaron armarse historias y ninguna era buena.
- Mira, desde que nos conocimos y aunque al principio era una relación de lo más normal posible. Tras un tiempo el disfrutar por las mañanas, echarnos unas risas que ayudaban afrontar el tedioso día que podía venir, hizo que esos momentos dieran un giro a los días, en un inicio no entendía que pasaba, te miraba y notaba algo distinto en ti, pensaba que eran imaginaciones mías, pero a veces era tan palpable que no sabía que hacer.
Meg, sentía como se ruborizaba su rostro, su corazón se aceleraba y su respiración se detenía, queriendo contener suspiros y palabras, aunque deseaba decir algo no emitía ningún sonido, morían en su boca y se dispersaban en el ambiente.
- Nunca tuve el valor para decirte nada, pues no quería hacerte daño, perder tu amistad me paralizaba, Meg créeme que intenté controlar la situación, pero se escapo de mis manos y ahora estamos en este punto, es bastante embarazoso el no saber como terminará y lo que piensas.
- ¿Qué quieres decirme,Sam? fue lo único que pudo preguntar.
- Quiero decirte que me gustas, que sueño contigo y que quiero intentar algo contigo.
Meg comenzó a llorar, no podía creer lo que oía, esas palabras que desde hace meses anhelaba escuchar.
- No llores por favor, no te sientas comprometida.
- No lloro por eso, no sabes lo feliz que me haces, para que crees que te cité aquí, yo también he venido retrasando el decirte lo que siento, yo también te quiero.
Sus manos se entrelazaron, mientras sus labios por fin, tras largos meses de espera e innumerables fantasías se unían por vez primera.
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