El mar de la calma
Detuvo sus pasos frente a la orilla del mar, esperando que el susurro de las olas le dieran respuestas a preguntas que rondaban su cabeza.
El aire salubre despeinaba su cabellera y se impregnaba en su piel, mientras el sudor comenzaba a resbalar por su cuello.
A pesar de la brisa, el calor hacía su presencia haciendo de sus pensamientos más desvaríos que certezas.
Gritaba con el choque de las olas en las rocas, esperando deshacerse de sus miedos una y otra vez, quería despojarse del peso que atormentaba su existencia.
Así como la marea, poco a poco se fue calmando y limpiando sus ojos húmedos, se tiró en la arena, a esperar.
¿Qué esperaba?
Ni ella lo sabía, sólo sentía la necesidad de estar ahí, con la mirada perdida en el horizonte, donde algo o alguien le diera la clave para seguir adelante.
Tenía todo, trabajo, casa, amigos, pero un vacío llenaba sus estancias, haciendo una montaña de temores que le ataban.
Sus paseos nocturnos aliviaban sus pesares, la arrastraban noche a noche hasta el mismo lugar, ese que le devolvía la fuerza, para volver a empezar.
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